Hace algunos años viajé a Nueva York por primera vez. Lo hice solo, y con muy poco dinero. Te cuento como fue la historia y lo que aprenderás de ella.
Estando un día de visita en casa de mi madre, me saltó una alerta de una app de viajes. ¡Un vuelo i/v a Nueva York, desde Barcelona, por 170€!
No me lo podía creer. No tenía pensado viajar a Nueva York. Nunca lo había hecho y, por lo que había escuchado de gente que sí había viajado a la Gran Manzana, los vuelos rondaban los 1000€ o más. Aquella oferta me parecía imposible. La única forma de comprobar su autenticidad era hacer una reserva.
Estaba seguro de que en algún paso final de la reserva se añadirían cargos extra o algo así. Elegí vuelo, añadí mis datos… y en un momento ya estaba en el paso final, el del pago. El resumen del vuelo i/v lo decía muy claro “170€”, ni más ni menos.
“Vale, ya está. Comprobado, se puede volar a NY por ese precio”, pensé. Pero no estaba satisfecho del todo. Necesitaba comprobarlo al 100%, así que pagué.
Acababa de reservar un vuelo de ida y vuelta a Nueva York, sin ter nada planeado y mi avión salía en menos de dos meses.
Solo me quedaba conseguir alojamiento y poco más.
Así que al día siguiente comencé a buscar en Airbnb. ¡Estaba todo carísimo, y con tan poca antelación no había mucho donde elegir en Manhattan! Probé suerte en algún que otro conocido buscador de hoteles. ¡Todo era más caro aún!
Yo iba a estar una semana en NY. Un alojamiento cutre y de mala muerte, en Manhattan, me costaba unos 1000€. Había algunos por 600-700€, pero mejor ni hablar del aspecto que tenían.
Así que continué buscando en Airbnb, esta vez ampliando distancia al centro. Cuanto más lejos, más barato era. Y había un barrio especialmente económico: el Bronx.
Así fue como alquilé una habitación en una casa habitada del Bronx, por 180€, toda la semana.
Ya tenía billetes de avión y alojamiento. No era el chico exitoso que soy ahora, dueño de una multinacional… (No, enserio. Mi vida ha cambiado mucho, pero no tanto. Aún no tengo suficiente para comprar el “lambo” de pobres).
Probablemente estarás pensado «¿Qué tiene que ver todo esto con el desarrollo personal?» Aguarda un poco más. Después de mi historia verás la relación.
180 +170 = 350€
Eso es lo que llevaba ya “invertido” en mi aventura. Y ya te anticipo que gasté unos 250€ para todo lo demás (Metrocard, comida, lavandería, souvenirs para la familia…). En total 600€ para un viaja a Nueva York (desde España) durante una semana.
Compré comida en supermercados, en puestos callejeros, lavé la ropa en una lavandería (solo llevaba una mochila con un par de prendas para toda la semana), y caminé, caminé un montón.
Con la Metrocard utilicé el todo el transporte público que quise durante una semana.
Como la habitación del Bronx me daba derecho a utilizar la cocina, compraba comida en el supermercado de la esquina y cuando estaba fuera comía en los puestos callejeros. Vi la estatua de la Libertad desde el ferry gratuito que te lleva Staten Island y que pasa justo por delante… Recorrí a pie todas las calles, todos los barrios y visité todos los lugares más emblemáticos. Paseé por Central Park, crucé a pie el puente de Manhattan y regresé por el puente de Brooklyn. ¡Recorrí la ciudad entera!
¡Y todo por 600€!
Yo vengo de una familia humilde. Y sé que está de moda decir esas cosas y que queda muy bien, pero créeme que vengo de unos inicios humildes de verdad. Con mis padres nunca viajamos más allá del pueblo de los abuelos. Y antes de mi aventura, había viajado, pero solo a algún que otro lugar de Europa. Lo que quiero decir es que de niño nunca me imaginé ir a NY, y menos así, de puntazo, sin pensarlo y yo solo, con los bolsillos casi vacíos.
La mejor experiencia de mi vida (y ahora ya he viajado mucho). Lloré de emoción mientras recorría la ciudad, de noche, camino al Bronx. Era real, estaba allí. “Mira hasta donde has llegado”, me dije yo inocente y humildemente.
Vale, lo sé. Si tú ya has ido a NY treinta veces en jet privado, mi historia te parecerá una mierda.
En fin, allí llegué yo, al aeropuerto JFK, casi a las 12 de la noche, con mi mochila, solo. Pasé el control de seguridad, donde me hicieron las típicas preguntas: ¿tú a qué coño vienes aquí? ¿tienes trabajo? ¿puedes demostrarlo? ¿por qué vienes solo? ¿de qué color era el caballo blanco de Santiago?
Nada más pasar el control, me di cuenta de que la tarjeta SIM que había comprado en España para utilizar en USA, no funcionaba en USA. Así que, una vez saliera del aeropuerto y me quedara sin WIFI, no podría utilizar el teléfono móvil, no habría Google Maps, ni función de “Cómo llegar”. Empezábamos bien.
Eran más de las 12 de la noche. Debía llegar desde el aeropuerto a la casa del Bronx de madrugada, sin saber cómo, sin internet en el móvil y sin conocer a nadie. Solo.
Aproveché el WIFI del aeropuerto y traté de memorizar cada transporte público que debía coger, dónde debía hacerlo y el número de paradas de cada uno hasta mi destino.
Me perdí.
Llegué al Bronx de madrugada y tuve que caminar por aquellas oscuras calles desde la parada del metro hasta la casa, cruzándome con gente que me miraba raro, muy raro. Y me pedían cosas. No sé el qué. Me defiendo hablando inglés, pero aquella gente hablaba muy raro, gritaba mucho e iba muy drogada.
Al fin llegué a la casa. ¡Salvación!
A la mañana siguiente, entre el tema del jet lag, y que quería levantarme temprano para no cruzarme a nadie por la calle, a las 6:00 AM estaba caminando hacia la parada del metro que me llevaría al centro de Manhattan. Cuando llegué, ¡sorpresa! Había un cordón policial, alguien había asesinado a alguien y tuve que ir caminando hasta la siguiente parada del metro. Cosas que pasan.
Y bueno, me dejo ya de rollos y paso a explicarte las valiosas lecciones que podemos aprender de todo esto y cómo podemos extrapolarlas a otras cosas de la vida.
Empieza con lo que tienes
A menudo buscamos el momento perfecto para hacer algo, y eso no hace más que posponerlo todo. El momento perfecto nunca va a llegar y necesitas comenzar ahora para ganar experiencia, para equivocarte, para aprender y para mejorar
Napoleón Hill, uno de los autores más prestigiosos en cuanto a autoayuda y autosuperación, dijo “No esperes el momento ideal, jamás llegará. Empieza con lo que tienes y ve consiguiendo más herramientas en el camino”.
Y Tim Ferriss, conocido empresario e inversor, decía “Mañana se convierte en nunca. ¡No importa cuán pequeña sea la tarea, da el primer paso ahora!”
Yo nunca habría viajado a NY, o al menos no lo habría hecho en aquel momento, si hubiese esperado al momento perfecto. Fui la envidia de muchos amigos, familiares y conocidos que soñaban con viajar algún día a NY, pero ellos esperaban a tener vacaciones, dinero suficiente para un buen hotel… Y años después, siguen sin ir.
Claro que yo también hubiera preferido alojarme en un buen hotel en el centro de Manhattan, como puedo permitirme ahora, pero en aquel momento no podía y la única alternativa era no viajar, ni tener aquella experiencia, no equivocarme (perderme) y no aprender de todo lo que aprendí. No vivir.
En mi próxima entrada te contaré cosas sobre mi segundo viaje a NY y cuánto me sirvió haber hecho este primer viaje. Esa historia, la del segundo viaje, será contada de forma más breve, lo prometo.
Hazlo, y si te da miedo, hazlo con miedo
No puedo decir que yo fui a NY con miedo, peri si que fui bastante intranquilo. Iba solo, nunca había viajado a Estados Unidos, no llevaba mucho dinero y del Bronx solo había oído cosas malas.
El miedo te paraliza y te impide ver las cosas con objetividad. Tememos cosas que jamás llegarán a pasar, pero para la mayoría esos temores resultan ser decisivos a la hora de tomar una decisión, a la hora de vivir. De hecho, mucha gente no vive la vida que quiere solo por hacer caso a esos miedos a cosas que solo están en su mente.
No sabes cuánta gente me dijo que me envidiaba por mi decisión de viajar solo a NY, haciéndolo en aquellas circunstancias, y por haber vivido aquella experiencia. Pero también afirmaban no ser capaces de hacerlo ellos, por miedo. Toda esa gente prefería renunciar a todo lo bueno simplemente por ser unos miedicas.
El miedo nunca me ha impedido hacer nada, y no por no tener miedo, pues he tenido muchísimo en muchísimas ocasiones. Pero jamás ha sido un obstáculo entre aquello que deseaba hacer y yo. Porque no es más valiente aquel que no tiene miedo, sino aquel que teniendo miedo se enfrenta a él para lograr lo que se propone.
El miedo te impide vivir. Más allá del ejemplo de mi viaje a NY, conozco gente que afirma con toda tranquilidad no haber hecho «esto» o «aquello», y lamentarse de estar de «esta» o «aquella» manera, solo por miedo a no tomar la acción necesaria. Y viven así, con lamentos y con el arrepentimiento. Es gente que pasa por esta vida sin más. Nacen, crecen, comen, cagan, trabajan y se mueren. Y al final del camino no vivieron por haber tenido miedo a cosas insignificantes, por miedo a sucesos casi imposibles que solo estaban en sus cabezas.
Tu miedo termina cuando tu mente se da cuenta que es ella quien lo crea.
A mí lo que de verdad me da miedo, es imaginarme en unos años sin haber hecho lo que quería hacer por haber sido un cobarde.
En mi próxima entrada te hablaré de mi segundo viaje a NY, dos años después. Te contaré como cambió la película, que cosas aprendí y por qué mi primer viaje hizo más valioso el segundo.
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